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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Recordando a Canelo, el perro de Cádiz


Hace tres días se cumplieron 10 años del fallecimiento de Canelo, el perro que espero durante doce años en la puerta de un hospital de Cádiz a su dueño fallecido; dejó este mundo bajo las ruedas impías de un conductor que ni siquiera paró a socorrerlo.
Los periódicos escribieron sobre él: “la vida de Canelo se escurrió por la estela dibujada con su lealtad, pero nos dejó lo único que nos podía dejar; un inolvidable mensaje de amor”.
El paso del tiempo no ha borrado su huella, grabada en una placa, obra de la escultora Presentación Navarro, en la pared de la calle adyacente al hospital Puerta del Mar, más conocido como “la residencia”, para la mayoría de los gaditanos, en cuya puerta de entrada estaban los cartones que componían su refugio, en el que se le ve en inconfundible postura de echado, obviamente a la espera de su amo. Su infortunio permanece unido a la memoria de aquellos que lo amaron, quienes al pie de la placa estamparon esta leyenda:
"A Canelo, que durante 12 años esperó a las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. -Mayo de 2003".

Corrían los años 90 cuando arrancó la historia de Canelo, nombre que le dieron el personal del hospital que lo atendía a diario, durante su larga espera, y que no era otro que el color de su pelaje, un color canela que paseó por todos los rincones y calles de su Cádiz, el lugar donde nació, acompañado siempre de su dueño, un mendigo vagabundo y conocido del pueblo. Unas veces jugando con su propia sombra, y otras meditativo y silencioso, contemplando los bellos atardeceres desde el paseo marítimo de la renombrada ciudad fenicia. Siempre arropado por la segura sombra del pobre hombre, quien seguramente encontraba en el animal un alivio para esa horrenda soledad que debe de ser el verse perdido y abandonado por la vida en las inhóspitas calles en los largos meses de invierno de cualquier ciudad del mundo, por muy bella que esta sea en verano.
Era Canelo, quien cada semana, le acompañaba hasta la puerta misma del hospital, donde tenía que someterse a una diálisis que le limpiara el veneno de sus riñones, que le otorgaban una salud quebrada y con pocas miras de mejorarse, allí le decía -¡espérame aquí compañero!, y allí permanecía el animal hasta su salida, su mirada siempre atenta a todos los que entraban y salían por aquellas enormes puertas acristaladas, hasta que la visión de su amo, renovada su sangre y su energía para otra semana, le traía los pocos momentos de alegría que de seguro compartían juntos.
Pero un día su dueño no apareció, y Canelo se quedó allí, sin saber que ocurría en las entrañas de la enorme mole del hospital que parecía habérselo tragado. La salud del hombre se había resquebrajado por completo, y se había quedado ingresado, y fueron varios días hasta que consiguió que las enfermeras y personal del hospital accedieran a mirar si su querido perro seguía allí. El caso es que nadie había conseguido alejar al pobre y paciente animal apenas unos pocos metros del lugar, él sabía que su dueño estaba allí y de allí nunca más se movería.
Pasaron los días, las semanas, los meses, la vida de aquél hombre se extinguió entre aquellas paredes, y el animal, ignorante de su destino seguía fielmente esperando el regreso de su amigo.
Pronto, la gente del lugar, taxistas, pacientes, enfermeros, médicos, todos comprendieron que la soledad de aquel perro era producto de su lealtad y fidelidad a su único amigo conocido, un mendigo, y entre todos comenzaron a cuidarlo con respeto y mucho amor.
Su historia saltó al mundo, y hasta la BBC le dedicó un precioso documental, su vida se cantó en carnavales, y hasta desde la misma América le enviaron una caseta de perro para que viviese mejor cobijado del frío marítimo gaditano durante los inviernos, caseta que no pudo ser colocada ante la negativa del ayuntamiento, pero que no impidió, que aún siendo un “sin techo”, como su amo, estuviese arropado siempre por el inmenso amor que le regaló el pueblo entero de Cádiz y muchos de sus visitantes, quienes siempre respetaron su deseo de no pertenecer a nadie, ya que a pesar de todos los intentos para darle un hogar, él siempre regresaba a aquella puerta del hospital donde vivió los últimos doce años de su vida.
Cuando la perrera municipal se lo llevó, ante la denuncia de un insensible vecino que no estaba de acuerdo con su presencia en los alrededores del hospital, el pueblo entero se echó a la calle, apoyado por AGADEN (Asociación Gaditana para la Defensa de la Vida y el Estudio de la naturaleza), y consiguió ponerlo de nuevo en libertad, esta vez con todos sus papeles en regla, incluyendo vacunas y chapa, y así se convirtió en el perro de todos los gaditanos, que hicieron que su soledad se convirtiera en un himno para la fidelidad y el amor que sólo un perro puede entregar.
Así que desde aquí, mi recuerdo más sincero a la memoria de Canelo, y les dejo este vídeo en el que se puede ver al noble animal paseando por las calles gaditanas como homenaje a su memoria.


“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”

Del filósofo Epicuro

5 comentarios:

  1. Preciosa historia de amor Lola la verdad es me emocionó leerla.Gracias por compartirla

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  2. Que bonita historia Lola. Increible la lealtad de los animales, tendriamos que aprender mucho de ellos. Un beso enorme

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  3. Que bonita historia Lola. Increible la lealtad de los animales, tendriamos que aprender mucho de ellos. Un beso enorme

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  4. Toda una muestra de fidelidad .
    Se me han saltao las lagrimas.

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  5. Toda una muestra de fidelidad .
    Se me han saltao las lagrimas.

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