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domingo, 11 de noviembre de 2012

Regalando felicidad en un domingo soleado

Vista desde la terraza este domingo mientras escribo

Regalando felicidad en un domingo soleado

Siempre es así, después de cada tempestad siempre llega la calma, y hoy domingo, nos han regalado un día brillante y repleto de luz y color. Como si toda el agua que ha caído estos días hubiese sucedido en otro lugar. Hasta las mismas noticias tan horribles que nos ha dejado la semana parecen encajar en otra dimensión menos lúgubre, especialmente cuando se acompañan con esas promesas que esperemos no queden en eso, promesas, de que a partir del lunes se llegará a un acuerdo para parar los desahucios. Al menos, a las familias de esas pobres gentes que no pudieron aguantar la presión y la desolación y decidieron acabar con todo de la forma más triste posible, les quedará el consuelo de que sus vidas no se habrán perdido en vano.

Aunque durante la madrugada, la lluvia volvió a caer, rabiosa e intensamente, con obvias señales de estar enfadada, golpeando con fuerza la chapa de los techos del aparcamiento de aquí abajo, como avisando al mundo de que no pueden olvidarse de las promesas, y con un claro afán de ayudar a lavar las huellas de todas las lágrimas que se han derramado en toda España desde el comienzo de este aciago mes.
Pero ahora, los negros nubarrones que nos han acompañado durante casi toda la semana se han convertido en unas nubes blancas y algodonosas que flotan lánguidamente en el inmenso azul del cielo, paseando encantadas de un lugar a otro, arrastradas por un vientecito fresco y suave, propio de esta época del año. Los pájaros, que han estado desaparecidos, guarecidos en sus secretos rincones, ahora revolotean por encima de mi jardín, jugando con los profundos violetas y rosas de las hojas de las buganvillas, las blancas adelfas,  y el rojo vivo de los hibiscos, que parecen estirarse, orgullosos de haber sobrevivido con todas sus flores intactas al terrible temporal.
Con un día tan perfecto, no me queda otra que subirme a la terraza de arriba, a disfrutar del increíble paisaje que desde aquí se divisa, y bajo los cálidos rayos del sol escribir esta entrada para regalarle al mundo mi inmenso estado de felicidad. Porque señores, a pesar de todo yo vivo muchos momentos felices, quizás por nimiedades, pero créanme, tan intensamente felices que a veces duele, y es que después de tantos sufrimientos un simple detalle, como puede ser el hecho de haberme despertado para ver este hermoso día, me llena el corazón. Muchas veces pienso que se debería de haber inventado una máquina para que en vez de inyectar medicinas por las venas, se pudiese inyectar un poco de felicidad a todos los que sufren en el mundo. Por enfermedad, por soledad, por ausencias, por hambre, por guerras, todo debería poder curarse con un poco de felicidad compartida.
Podría ser un aparatito pequeño, como una especie de cronómetro, que cada uno pudiésemos graduar según las necesidades del necesitado de un poco de alegría, y con un radio de alcance que dependiese de hacia donde queremos dirigirlo, para que nunca se quedase corto.
Yo enviaría esos rayos de felicidad invisible antes que nada hacia mi pueblo, Barbate, para que aliviara el dolor de mis primas y primos por la pérdida de sus seres queridos, para mi hermano, para que sienta alivio en su soledad, para mis amigos/as, Ana, Cati, Afi, Miguel,   que también sufren por culpa de la enfermedad y de las ausencias, para todos esos hombres y mujeres que después de toda una vida luchando por y con el mar, ahora ven como se lo van arrebatando poco a poco, para los jóvenes de mi pueblo, que  contemplan su futuro con ese horrible desasosiego  de no saber que les espera. Lo enviaría también hacia mi otro pueblo, San Pedro de Alcántara, donde hay muchos amigos que sufren por culpa del cáncer, del paro, y de la incertidumbre. Para Granada, donde mis amigas Mercy  y María, intentan cada día repartir todo su amor entre sus familias y amigos, para que le dé fuerzas y nunca desfallezcan en su labor.
Hacia Guatemala, para que alivie el dolor y el miedo después del terrible terremoto; hacia ese hospital inglés donde se recupera Malala de sus terribles heridas, para el Tíbet, para que los tibetanos puedan vivir en paz en su maravillosa tierra sagrada. Tampoco me olvidaría de Siria, donde habría que  apuntar todos los aparatitos del mundo para que de una vez por todas se acabe esa guerra tan cruel. Y por supuesto, enviaría un rayo enorme hacia Cuba, ese país que tanto me duele, para que su gente puedan conocer al fin la Libertad, esa que durante más de medio siglo le han arrebatado.
Yo llenaría estos aparatos con rayos de sol, con música, con bailes, con comida, con paz, con libertad, y sobre todo, con mucho cariño y amor, pues al fin y al cabo, sólo el amor puede llenar el corazón del ser humano de alegría y felicidad, desbancando el odio, la ira y el rencor hacia un lugar de donde no puedan salir jamás.

1 comentario:

  1. Ayer me sentí inmensamente feliz, y no sabía porqué. Ahora se que tú me habías enviado tan preciado regalo. Te acabo de empaquetar otro para ti. Aquí te lo dejo.Le he puesto un lazo blanco para que siempre te adornes con paz. Dentro lleva mucho amor y salud, y una nota pidiéndole al universo que multiplique tu economía. Guárdalo celosamente en tu casa, ya que viene del amor y para el amor.

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