En mi 7ª Quimio, la pasada Nochevieja, celebrada con mi hija y mi marido en la casa. Con mi peluca y mi traje de fiesta. |
Cambiando armarios en Noviembre
¡Por
fin llegaron las aguas! Este año han tardado más en llegar, y es que, eso es lo
que tiene vivir en una zona tan privilegiada como lo es la Costa del Sol. Marbella, San
Pedro Alcántara, Estepona, y todas sus pedanías, disfrutan siempre de un clima
envidiable, aunque con estos días de agua que llevamos nada nos lleve a
pensarlo, ¡porque mira que está lloviendo! Pero como digo, al fin llegaron las
lluvias y llegó el tan ansiado y temido momento de cambiar de ropas en la casa.
Se
abren armarios y van saliendo como en un eterno desfile, vestidos descotados,
faldas imposibles, shorts, camisetas, toallas de playa, bikinis, pareos, pañuelos
para la cabeza, sandalias; esas sandalias que han enseñados nuestros pies desnudos
al mundo hasta casi ahora mismo, y que ahora parecen abochornadas de tanto
descoco y se apresuran a esconderse en bolsas y cajas hasta el próximo verano.
Todo
adquiere un tinte diferente, cuando uno tras otro van acabando, bien en la
lavadora para prepararlos para su largo encierro, o directamente en bolsas donde
dormirán su sueño invernal en el fondo de baúles y cajones.
Junto
con ellos, se van quedando atrás largas tarde de verano contemplando
atardeceres, días de risas y baños, de juegos con las olas, comidas playeras,
esas sangrías caseras compartidas con amigos en la orilla del mar. Fiestas de
lunas llenas, conciertos al aire libre, exposiciones, ferias de pueblo, moragas,
barbacoas, bautizos, bodas y comuniones, todos celebrados bajo el alegre augurio
del sol y de las cálidas temperaturas en toda la geografía española, cada una
de ellas pasará a compartir su lugar junto con nuestros vestuarios veraniegos.
Durante
el verano, hasta la más negra de las calamidades parece alejarse de nosotros,
aunque sea en sentido metafórico, ya que el dolor y la tristeza no entienden de
estaciones, como no entienden tampoco la pobreza, la enfermedad, ni la propia
muerte, y es que al ser humano le basta un simple rayo de sol para engancharse
a él cual cabo salvador. Ni tan siquiera la complicada y peligrosa situación
financiera de nuestro país, con la que nos han bombardeado sin piedad durante
la época estival, ha logrado impedir que todos hayamos disfrutado, a un nivel u
otro, y de diferentes maneras, de un estupendo y feliz verano.
Pero
ya llegó noviembre, a mi juicio el mes más triste del año, ya que lo comenzamos
con la memoria de todos nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, y
el recuerdo todavía duele. Este año doblemente triste por la pérdida de cuatro
jóvenes vidas, truncadas, como en un cruel sarcasmo, en lo que parecía ser una
inocente fiesta de Halloween. La música y el ruido acompañaron sus partidas,
ignorantes del drama que se vivió en aquella ratonera en la que se había
convertido un pasillo de salida. La tragedia del Madrid Arena, y los nombres de
Katia, Rocío, Cristina y Belén, estarán siempre ligados al comienzo de todos
los próximos noviembres que lleguen.
Y
nosotros, los que quedamos, sacaremos todas nuestras prendas de abrigo, botas y
zapatos, edredones y mantas, con las que cubriremos nuestros cuerpos durante
los largos y oscuros días de invierno que se avecinan. Nos refugiaremos, bajo
ellos, no sólo del frío, sino de todas esas otras noticias que hablan de
futuros esperpénticos, de desastres naturales, de gentes sin casas, sin comida,
sin trabajo.
Sacamos
de nuestros arcones, no sólo ropa, sino una coraza protectora, que se
convertirán en nuestra tabla salvadora en los duros meses venideros.
Hay
como una sensación de desamparo y desesperación cuando agarramos abrigos y
ponchos de lana, pero yo quiero romper una lanza por la esperanza. Tenemos que
mirar bien en el fondo de nuestros baúles, pues seguro que quien más o quien
menos, tiene alguna lentejuela brillante en algún vestido o camiseta que casi
habíamos olvidado. Un zapato de salón de tacones y punteras imposibles, los
cuales dominamos como verdaderas acróbatas cuando nos subimos a ellos, y un
bolso de noche en el que duerme escondida aquella barra de labios que usamos en
las últimas fiestas.
Hay
que aferrarse a ellos, y pensar, que noviembre será pronto un mes pasado, y que
luego llega diciembre, cuando nuestras calles volverán a iluminarse con
bombillitas de colores, anuncios de premios y loterías, rifas de cestas y
canastos de Navidad, y aunque también nos traigan recuerdos de ausencias,
debemos convertirlos en aquellos momentos felices que compartimos con los que
ya no están.
Pensemos,
aunque sea por un momento, que diciembre será un mes diferente, que nos dejará
mejores noticias en lo económico, en lo social, en la ciencia, en la lucha por
curar esas enfermedades malditas que tanto dolor producen. Pensemos que
podremos ayudar a todas esas personas que luchan y sufren cada día por culpa de
su situación económica, a los que a pesar de haberlo perdido todo siguen
adelante sin desmayo.
Dejemos
que la visión de nuestra ropa de fiesta se convierta en una realidad, hagamos
una cadena de solidaridad, aunque sólo puedas con el pensamiento, porque estoy
segura, de que si todos proyectamos el mismo pensamiento positivo, lo llenamos
de luz y amor, no sólo seremos y nos sentiremos mejores personas, sino que ayudaremos
de verdad y con el corazón a aquel que más lo necesita. Y recuerda, siempre
llegará el verano y habrá que volver a cambiar los armarios, así que ponte los
tacones y ¡sal a pisotear la tristeza!
madre miaaaaaaaaaaaaaaaaa mi lola llueve para< todo el mundo ventea en cadiz no veas los pasados pasados dios con ellos la navidad este año sera si dios quiere magica para mi te quiero lola eres unica un millon de besos
ResponderEliminarDesde luego, hables de lo que hables, lo conviertes en una historia preciosa ¡¡¡ viva tu positividad !!! para mi quisiera unas milésimas. Recordar a éstas tres adolescentes cada Noviembre, es un crimen jugar con las seguridad de las personas de ésta manera, no tiene calificativo. En cuanto a los armarios, guardar frutraciones y sacar ilusiones, es lo que nos queda para poder sobrevivir, sin mirar mucho para atrás. Un beso Lola
ResponderEliminarEn cuanto a la foto, te diré que estás radiante y sobre todo, con tu sonrisa puesta, tu hija, tu vida. Óle tu
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