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jueves, 8 de noviembre de 2012

Cambiando armarios en noviembre

En mi 7ª Quimio, la pasada Nochevieja, celebrada con mi hija
y mi marido en la casa. Con mi peluca y mi traje de fiesta.

Cambiando armarios en Noviembre

¡Por fin llegaron las aguas! Este año han tardado más en llegar, y es que, eso es lo que tiene vivir en una zona tan privilegiada como lo es la Costa del Sol. Marbella, San Pedro Alcántara, Estepona, y todas sus pedanías, disfrutan siempre de un clima envidiable, aunque con estos días de agua que llevamos nada nos lleve a pensarlo, ¡porque mira que está lloviendo! Pero como digo, al fin llegaron las lluvias y llegó el tan ansiado y temido momento de cambiar de ropas en la casa.
Se abren armarios y van saliendo como en un eterno desfile, vestidos descotados, faldas imposibles, shorts, camisetas, toallas de playa, bikinis, pareos, pañuelos para la cabeza, sandalias; esas sandalias que han enseñados nuestros pies desnudos al mundo hasta casi ahora mismo, y que ahora parecen abochornadas de tanto descoco y se apresuran a esconderse en bolsas y cajas hasta el próximo verano.
Todo adquiere un tinte diferente, cuando uno tras otro van acabando, bien en la lavadora para prepararlos para su largo encierro, o directamente en bolsas donde dormirán su sueño invernal en el fondo de baúles y cajones.
Junto con ellos, se van quedando atrás largas tarde de verano contemplando atardeceres, días de risas y baños, de juegos con las olas, comidas playeras, esas sangrías caseras compartidas con amigos en la orilla del mar. Fiestas de lunas llenas, conciertos al aire libre, exposiciones, ferias de pueblo, moragas, barbacoas, bautizos, bodas y comuniones, todos celebrados bajo el alegre augurio del sol y de las cálidas temperaturas en toda la geografía española, cada una de ellas pasará a compartir su lugar junto con nuestros vestuarios veraniegos.
Durante el verano, hasta la más negra de las calamidades parece alejarse de nosotros, aunque sea en sentido metafórico, ya que el dolor y la tristeza no entienden de estaciones, como no entienden tampoco la pobreza, la enfermedad, ni la propia muerte, y es que al ser humano le basta un simple rayo de sol para engancharse a él cual cabo salvador. Ni tan siquiera la complicada y peligrosa situación financiera de nuestro país, con la que nos han bombardeado sin piedad durante la época estival, ha logrado impedir que todos hayamos disfrutado, a un nivel u otro, y de diferentes maneras, de un estupendo y feliz verano.
Pero ya llegó noviembre, a mi juicio el mes más triste del año, ya que lo comenzamos con la memoria de todos nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, y el recuerdo todavía duele. Este año doblemente triste por la pérdida de cuatro jóvenes vidas, truncadas, como en un cruel sarcasmo, en lo que parecía ser una inocente fiesta de Halloween. La música y el ruido acompañaron sus partidas, ignorantes del drama que se vivió en aquella ratonera en la que se había convertido un pasillo de salida. La tragedia del Madrid Arena, y los nombres de Katia, Rocío, Cristina y Belén, estarán siempre ligados al comienzo de todos los próximos noviembres que lleguen.
Y nosotros, los que quedamos, sacaremos todas nuestras prendas de abrigo, botas y zapatos, edredones y mantas, con las que cubriremos nuestros cuerpos durante los largos y oscuros días de invierno que se avecinan. Nos refugiaremos, bajo ellos, no sólo del frío, sino de todas esas otras noticias que hablan de futuros esperpénticos, de desastres naturales, de gentes sin casas, sin comida, sin trabajo.
Sacamos de nuestros arcones, no sólo ropa, sino una coraza protectora, que se convertirán en nuestra tabla salvadora en los duros meses venideros.
Hay como una sensación de desamparo y desesperación cuando agarramos abrigos y ponchos de lana, pero yo quiero romper una lanza por la esperanza. Tenemos que mirar bien en el fondo de nuestros baúles, pues seguro que quien más o quien menos, tiene alguna lentejuela brillante en algún vestido o camiseta que casi habíamos olvidado. Un zapato de salón de tacones y punteras imposibles, los cuales dominamos como verdaderas acróbatas cuando nos subimos a ellos, y un bolso de noche en el que duerme escondida aquella barra de labios que usamos en las últimas fiestas.
Hay que aferrarse a ellos, y pensar, que noviembre será pronto un mes pasado, y que luego llega diciembre, cuando nuestras calles volverán a iluminarse con bombillitas de colores, anuncios de premios y loterías, rifas de cestas y canastos de Navidad, y aunque también nos traigan recuerdos de ausencias, debemos convertirlos en aquellos momentos felices que compartimos con los que ya no están.
Pensemos, aunque sea por un momento, que diciembre será un mes diferente, que nos dejará mejores noticias en lo económico, en lo social, en la ciencia, en la lucha por curar esas enfermedades malditas que tanto dolor producen. Pensemos que podremos ayudar a todas esas personas que luchan y sufren cada día por culpa de su situación económica, a los que a pesar de haberlo perdido todo siguen adelante sin desmayo.
Dejemos que la visión de nuestra ropa de fiesta se convierta en una realidad, hagamos una cadena de solidaridad, aunque sólo puedas con el pensamiento, porque estoy segura, de que si todos proyectamos el mismo pensamiento positivo, lo llenamos de luz y amor, no sólo seremos y nos sentiremos mejores personas, sino que ayudaremos de verdad y con el corazón a aquel que más lo necesita. Y recuerda, siempre llegará el verano y habrá que volver a cambiar los armarios, así que ponte los tacones y ¡sal a pisotear la tristeza!

3 comentarios:

  1. madre miaaaaaaaaaaaaaaaaa mi lola llueve para< todo el mundo ventea en cadiz no veas los pasados pasados dios con ellos la navidad este año sera si dios quiere magica para mi te quiero lola eres unica un millon de besos

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  2. Desde luego, hables de lo que hables, lo conviertes en una historia preciosa ¡¡¡ viva tu positividad !!! para mi quisiera unas milésimas. Recordar a éstas tres adolescentes cada Noviembre, es un crimen jugar con las seguridad de las personas de ésta manera, no tiene calificativo. En cuanto a los armarios, guardar frutraciones y sacar ilusiones, es lo que nos queda para poder sobrevivir, sin mirar mucho para atrás. Un beso Lola

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  3. En cuanto a la foto, te diré que estás radiante y sobre todo, con tu sonrisa puesta, tu hija, tu vida. Óle tu

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