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lunes, 29 de octubre de 2012

Sandy el huracán, y la Fe

Los ojos de Buda. Óleo sobre lienzo. 48 X 55 Obra propia
En este mundo en el que vivimos, casi todos nuestros movimientos y actividades diarias pueden ser observados en cualquier momento, y desde cualquier lugar. Las nuevas tecnologías, en forma de Webcams repartidas por todo el mundo emiten imágenes de nuestra vida diaria, desde un simple deambular de personas sin rumbo aparente, hasta lugares concretos de las calles, y por supuesto, imágenes que enseñan, mejor que cualquier escrito, acontecimientos naturales prodigiosos, como está sucediendo ahora mismo con el paso del huracán Sandy por los poderosos USA. 
Hay más de veinte estados en alerta, y en estos momentos, cuando son las dos menos cuarto de la madrugada, está azotando con fuerza en Nueva York, en el sur de Manhattan donde se ha producido un apagón total, la pantalla se ha quedado totalmente a oscuras, y ya no se escucha la voz del locutor que iba narrando los hechos. Un blackout total, que me ha producido una gran impresión, parecen imágenes sacadas de cualquier película de desastres, de esas que están tan de moda últimamente en las que anuncian el fin del mundo.

Realmente da que pensar todo este tema de los desastres naturales. Para alguien que a lo mejor nunca había prestado más atención a este tipo de hechos puede parecer que tenemos muchísimos últimamente, pero en realidad no es así. O al menos yo quiero pensar que no es así, aún cuando el torrente de noticias de tragedias naturales que nos invaden a diario parece no terminarse nunca. No hay día que no veamos alguna imagen o escuchemos de algún terremoto, algún volcán, un tsunami, incendios, huracanes, ciclones, la cosa está bastante completita.
Aún así, no voy a negar que nuestro maltrecho planeta soporta ya mucho más de lo que aparentemente puede o debe soportar, pero tampoco podemos olvidar que nuestra tierra se ha ido generando a través de muchos millones de años, siempre en un constante cambio, y que hemos ido pasando a través de muchas épocas, y de todas hemos salido evolucionando a lo que siempre hemos creído lo mejor, al progreso.

De cada una de las eras que la humanidad ha vivido y existido siempre ha salido reforzado, con nuevos bríos, como se demuestra mediante los grandes inventos del mundo. Aprendimos a sacar fuego de la nada, aprendimos a usar a los animales para transportarnos, a rodar con ruedas, a comunicarnos a través de las ondas; salimos al espacio exterior, investigamos las profundidades marinas, erradicamos muchas de las enfermedades, aunque algunas siguen sin cura, pero seguimos intentándolo.

El hombre parece haber aprendido casi todo ya en la vida actual, y sin embargo hay una sola cosa que no parece haber aprendido a través de todos estos millones de años de existencia, y es a no tener miedo.

El miedo a la desaparición de la faz de la tierra, a no saber que hay detrás de cada terremoto, de cada volcán, ciclón, huracán, tsunamis, y un sinfín de desastres que tiene a todo el mundo aterrorizado, y que se puede resumir en una sola palabra, miedo a la muerte.

Tengo una amiga que está convencida de que este próximo 21 de diciembre será el fin del mundo, y anda planeando todas sus tareas para antes de esa fecha, no quiere ni oír hablar de ningún plan para el mes de enero, tan segura está. Su razonamiento es que todas las profecías coinciden en la fecha, la Biblia, los mayas, los ayurvedas, Nostradamus, y no sé quien más, porque ella parece habérselo leído todo sobre el tema, y no digamos películas, ¡todas!
Cuando le preguntas que piensa hacer ese día para escapar del previsto final, no quiere contestar, simplemente se encoge de hombros y se echa a llorar.
Alguien pensará que mi amiga está un poco alterada, pero no, es una mujer que posee bastantes conocimientos, instruida y educada, ha pasado ya, largamente diría yo, del medio siglo, y tiene toda su vida resuelta, unos hijos mayores que trabajan fuera y una viudez tranquila, que ella decidió pasar en España desde hace ya casi veinte años.
Sencillamente le puede el hecho de que va a desaparecer, ella y toda su familia, toda la humanidad, y que no hay nada más, que aquí se acabó todo.
Como es de suponer, mi amiga no profesa ninguna religión, ni tiene fe en ninguna fuerza sobrenatural, ni cree en los cuentos de hadas, ni en la fantasía, muchas veces me pregunto como puede haber llegado hasta esta edad sin haber tenido nunca ninguna necesidad de creer en algo, y ahí es donde yo creo que radica su ancestral miedo a morir, en la falta de fe.
No quiero ni pensar como lo habrá pasado cuando se quedó viuda, tiene que haber sido horrible, pues morirte pensando que no existe nada más es sencillamente desolador.
Muchos ya sabéis que acabo de pasar por la traumática y terrible experiencia de vivir en mis propias carnes el sufrimiento de un cáncer, de mama, y les puedo asegurar que si no hubiese tenido fe, quizás hoy no estaría aquí, escribiendo para ustedes.

Cuando me lo diagnosticaron, había pasado durante dos años el más inmenso de los dolores, que no es otro que perder a parte de tus seres queridos, como fueron para mí mis dos primos hermanos, Antonio Macumba y Pepe el Indio, en la flor de sus vidas, arrebatadas por la misma maldita enfermedad, uno detrás de otro, y su madre, mi querida tita Carmen, que tuvo que sobrevivirlos a los dos para dejar este mundo llena de pena. Muertes que llegaron a mi vida en la etapa más mala en lo económico que yo haya vivido nunca, sin trabajar nadie en la casa, ni siquiera tenía para comer, tuve que acudir a comedores sociales, aceptar la ayuda que generosamente me brindaba la iglesia y Cáritas, amigos, familia, todos pusieron de su parte para que pudiésemos volver a salir a flote, o al menos no ahogarnos del todo.

La impotencia de verme incapaz de ni siquiera coger un autobús para haberme ido al pueblo a abrazar a mi querida familia en tan duros momentos me provocó una rabia casi incontrolable, despotricaba contra la iglesia, el gobierno, y me pasé muchos meses llorando, pues he de decir que eran tres miembros de una misma familia, y que yo sabía que el resto de hermanos, hijos, y esposas, estarían totalmente destrozados, asustados, abatidos, y yo no podía estar cerca para ofrecer aunque fuese el apoyo de un abrazo, pues ante la muerte así de brutal no hay palabras de consuelo.

El duelo así de duro sólo tiene un camino, y es el de las lágrimas, hay que llorar, mucho, pero llorar pensando que esas lágrimas tienen que secarse, que la vida sigue, y que tenemos que vivirla por los que se van luchándola, y ese   consuelo era el que yo misma me fui dando poco a poco, hasta que de repente, me dijeron que yo también tenía un cáncer.
Ya conté los detalles de la noticia en otras entradas anteriores, era mi cumpleaños, y si mi tita hubiese estado viva en el 2011, ella también hubiese cumplido años ese día, y yo creo que fue su recuerdo el que me dio las fuerzas aquel día en la consulta para soportar la terrible prueba de la biopsia.
Después de eso, y durante todo el tratamiento, siempre me sentí protegida por la presencia de mi tía y de mis primos, a los que ya hacía tiempo había puesto en fotos en pequeños marcos y que acompañaban al pequeño altar de fotos que siempre le tengo a mi madre en un lugar privilegiado del salón.
También fue gracias a ellos que no sentí nunca ningún miedo antes de mi operación, ni durante el tratamiento, pues yo sabía que me protegerían, y desde entonces, miro a la muerte de otra manera.
Ahora, en el próximo mes de diciembre, me toca la revisión de los seis meses, no voy a negar que de vez en cuando me asalten las dudas y me preocupe, pero no pienso como mi amiga, que si fuese después del 21 ya no tendría importancia, al contrario, para mí tendrá aún una importancia mayor, pues yo sí tengo Fe. 
Por eso, en esta noche en que el hombre escudriña los cielos atemorizado ante la llegada de un terrible huracán llamado Sandy allá al otro lado del charco, recuerdo a mi amiga y desde aquí le digo que no creo que el mundo se termine este 21 de diciembre, y mando un saludo al cielo y le grito a mi primo ¡feliz 55 cumpleaños Macumba! Un beso muy grande para ti, otro para el Indio y uno especial para mi querida tita Carmen y mi madre Manuela.
 Todo en esta vida tiene un principio y un final, simplemente hay que aceptarlo, la materia se destruye, el espíritu permanece y se eleva. Dios tiene mejores planes para nosotros que lo que nos han contado.








1 comentario:

  1. Lola, hija, yo me quedo sin palabras ante éste torrente de bien hacer que tienes, eso es un don que se trae al llegar a éste mundo, algunas personas vienen tocadas por la varita mágica para dar de si todo cuanto tiene dentro, cosa que muchos tenemos, pero que no sabemos encauzar. Me parece todo tan coherente, me identifico tanto con lo que dices, que parece que hubiera una extraña conexión que hace que pensemos casi de la misma manera. En cuanto a la fé, desde luego, no entiendo como se puede vivir sin agarrarse a nada ó a nadie, yo estoy convencida de que " allá " debe haber algo, porque si no, no merecería la pena haber pasado por aquí, éste es el valle de lágrimas y algúna recompensa debemos tener...... Te pido que sigas escribiendo para el deléite de los que te leemos, te admiro profundamente, porque después de tantas vivencias nefastas, tengas la capacidad que tienes para seguir en la brecha con toda positividad. Un abrazo, amiga

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