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lunes, 8 de octubre de 2012

Un cumpleaños diferente!


Bailes tradicionales de Kiribati
Durante los días de vacaciones de semana santa estuve pintando un piso, de mi buena amiga María José, lo que se tradujo en una entrada extra de dinero que nos venía muy bien, y justo en los últimos días me llamaron para trabajar de extra en un bar, en el cual me ofrecieron entrar a trabajar de cocinera.
Entré en el mes de mayo muy contenta, ¡por fin tenía un trabajo! En algo que nunca había hecho para el público, cocinar, si exceptuamos cuando trabajé de cocinera en un barco inglés allá por los años ochenta. Era una especie de cantina, pequeña, de esas que hay en todos los pueblos, de la asociación de vecinos San Cristobal, en el Centro Comercial Diana, pero muy concurrido y con muchas comidas, a pesar de las limitaciones de la cocina, que consistía en un fogón casero con tres fuegos a gas y una plancha, en la que se hacía el pescado y carne por tiempos, o sea, primero se hacía una cosa y luego otra, y en la espera, cervecitas y tapitas.
Quizás no era un trabajo para tirar cohetes, pero la verdad es que me gustaba, me entretenía mucho, no sólo cocinaba y fregaba mucho, sino también compartía de vez un cuando una cervecita y un cigarrillo con los numerosos clientes y amigos que frecuentaban el lugar, y no tenía tiempo de pensar en nada mío, aparte del precioso paseo, que era la larga caminata, que tenía que darme desde la casa o hasta la casa cuando entraba o salía y no tenía a nadie que  me llevara, durante esos paseos sí pensaba, pero en las cosas que podría pagar cuando cobrase mi primer sueldo a fin de mes, y en que quizás este año podríamos llevar a nuestra hija a conocer a su abuela, en el Líbano, que llevaba trece años esperando la pobre mujer.
Con todos estos pensamientos se me olvidó completamente que me había hecho una mamografía y que estaba esperando un resultado, y así llegó el día de mi cumpleaños, el nueve de mayo.

Recuerdo la sensación de despertarme ese día, cincuenta y dos años se desplegaron como en un abanico delante de mis ojos. Cumpleaños en Nepal, viendo el amanecer a los pies del Everest, un viaje fantástico en balsa, a través del rio Kwai en Tailandia, otro viaje aún más alucinante a la isla de Makin, en la aldea de Kiebu, con un picnic al más puro y verdadero estilo isleño allá en los lejanos mares del sur, en una jaima bajo las estrellas en el misterioso Marrackech, subiendo los 648 escalones de un famoso templo muy sagrado en Malasia.
Y aún más atrás en mis recuerdos, con mi madre, hermanos y sobrinos, allá en mi precioso pueblo barbateño, y con muchos amigos y primos, muchos cumpleaños, casi tantos como los años que tenía. Pero este año, después de casi cuatro años de no hacerlo, sin un sueldo, lo iba a pasar trabajando, y este hecho incluso me emocionó, sería una celebración de la manera que fuese, y además me quedaban aún muchos años por cumplir. 

Mi marido no me había dicho nada en toda la tarde, así que a las ocho volví a mi cocina y a mi fregado, ignorante aún de lo que se me venía encima.
Pasadas las doce de la noche llegó a buscarme al trabajo con mi hija, y me dieron una preciosa sorpresa, pues en el coche me esperaba una tarta casera de fruta con helado, y con una vela dorada en el centro.

Me sentí muy emocionada, tanto que decidí ir a tomarme una copa de vino a la pizzería Graham´s, de mi amiga Inés, que estaba en la esquina, y justo cuando aparcábamos enfrente me lo soltó, como una cosa de lo más natural.

-¡Ah! Han llamado esta tarde del hospital que mañana a las seis tenemos que ir para ampliarte las pruebas de la mamografía -recuerdo que estaba sonriendo.

Apenas reaccioné, llegué hasta la barra del bar, saludé a mi amiga y me pedí una copa, pero no fue de vino, sino un largo cubata de ron.
- ¿Qué te han dicho exactamente? - no podía creerme que sólo le hubiesen dicho eso, seguro que había algo más, esa creo que fue mi primera y no la última conjetura, después de todo habían tenido tiempo más que suficiente de haberme llamado antes si pasaba algo malo.
-¡No han dicho nada más que eso! ¡No pienses nada ahora, mañana a las seis dirán algo más y sabremos más! Siempre dices que no hay que preocuparse por lo que no ha pasado, así que aplícate el cuento y predica con el ejemplo.
Mi marido tiene ese poder sobre mí, quizás no tiene buena memoria para sus cosas, pero cada consejo que yo le haya dado a lo largo de nuestra convivencia en común, me lo arroja de vuelta cuando se me va la pinza. Esto me calmó de repente y no quise comentarle nada a mi amiga, conociendo lo asustona que era y lo mucho que se preocupaba de la salud, la propia y la de los demás, decidí que ya habría tiempo de comentárselo, ella era una de las que más veces me había insistido con el tema de las mamografías, lo que se dice una veterana en el tema, y no quise que me transmitiera su preocupación por algo que todavía no era tangible, así que disfruté del que pensé sería mi último cubata como una persona sana para una larga temporada, quizás para siempre.

Esa noche dormí de manera muy inquieta, asaltado mi sueño con pesadillas de enormes máquinas que me perseguían para aplastarme contra el suelo, la idea de otra mamografía me aterraba, pero no podía pensar que la ampliación de las pruebas sería aún más dolorosa.
Todos los pensamientos y recuerdos positivos del día anterior se habían evaporado por completo al despertar la mañana siguiente. Recuerdo que caminé hasta el trabajo, sumida en pensamientos bastante negros, pensamientos que fueron cambiando de color según avanzaba el día. La verdad es que fue una suerte que estuviese trabajando, y el lugar donde trabajaba, ya que creo que no hubo ninguno de los muchos clientes de aquel día que no se enterase de que me hacían más pruebas aquella tarde. 
Es mi forma de esconder el miedo, hablar, pero por los codos,  y sacar fuera todo lo que  me aprieta, ¡y no vean como funciona! Como por arte de magia aparecieron cuatro o cinco de los patronos que habían padecido algún tipo de cáncer, y allí estaban todos ellos, diciéndome que no me preocupara, que seguro que no era nada, especialmente Pili, quien era toda una veterana en tumores. Hasta mi jefe tenía un hermano que estaba batallando contra la innombrable enfermedad, porque eso sí, no recuerdo que nadie dijera la palabra cáncer, todo eran tumores, unos malos y otros menos, pero tumores. Se me hizo la mañana bastante corta, y pronto dieron las cuatro de la tarde, me despedí de mi jefe diciéndole que regresaría a las ocho, pero a las seis de la tarde, cuando me dijeron que me iban a realizar una biopsia, en el mostrador de recepción de la planta de rayos,  supe que no volvería jamás a mi trabajo.

Para mí, eso de la biopsia, era una palabrita que siempre me sonaba mal, más que nada porque rimaba con auptosia y con cosas complejas y desconocidas que ni los médicos saben lo que son, por eso tienen que analizarlas, y la mayoría de las veces no lleva a nada bueno.

Con esos pensamientos dejé a mi marido y a mi niña en la enorme sala de espera junto a la recepción y entré en la pequeña consulta donde me esperaba una enfermera rubia de preciosos rizos dorados junto a una camilla y un extraño aparato.


...Continuará en el libro "Los viajes de mi piel" de próxima publicación.

1 comentario:

  1. Las personas son en su esencia especiales,algunas cuando van creciendo olvidan con la madurez que siguen siéndolo y sin darse cuenta van encerrando esa magia que nos hace únicos sin darle salida en si mismos, para terminar perdiéndola en algún rincón de nuestro ser. Tu eres grande Lola, grande y mágica porque haces que tus palabras puedan ser nuestras e incluso lo sean.

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