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martes, 30 de octubre de 2012

Un cambio de rumbo

Díptico. Óleo sobre lienzo. 70x50. Obra propia
Atardecer en el Pacífico

Un cambio de rumbo

Realmente no puedo que al menos agradeceros a todos, y a cada uno de mis pocos seguidores aún, vuestras palabras de ánimo y de admiración en este blog y en mi “feis” como jocosamente llamo a esa red social que hace que muchos de los que estamos desperdigados por ahí, y que procedemos de una misma cuna, podamos seguir compartiendo y reencontrándonos después de tantos años de ausencias, muchas forzadas, otras deseadas.

Creo que mi entrada de ayer ha sido de las más duras para escribir, pues realmente llevaba tanto tiempo escondiendo mi situación real, que hasta a mí misma me produce shock leer mis propias palabras, aunque no he querido ahondar más en el tema., no tanto por mí y la vergüenza de reconocer mi propia situación, sino por el hecho de que pueda dolerle a algunos de mis amigos y a mi propia familia que no estuviesen al tanto de la situación.
No hay una cosa que me altere más que saber que pueda dañar o herir a mis seres más queridos, sea inconscientemente o no, quizás por eso procuro mantener el espíritu alto, dar ánimos a los demás es en cierta forma una manera de animarte a ti mismo.

Sopesé mucho el hacerlo o no, y ganó el sí, necesitaba liberarme de mis fantasmas, mis miedos, y para eso nada mejor que desnudar el alma para uno mismo. Alguien, un escritor, me dijo una vez una cosa que se me quedó grabada, “cuando escribas, hazlo para ti, no pienses en quien te puede leer y quien no, simplemente escribe para ti, cuando lo hayas logrado, entonces empezarás a publicar.

En realidad, eso es lo que he hecho siempre, escribir para mí, ya que aparte de mi primer libro publicado y un par de premios literarios, rara vez he enseñado mis escritos a nadie, de vez en cuando me explayo en alguna disertación, pero poco, siempre he sido más bien de contar historias.
Porque eso, como ya sabéis muchos, me encanta, hablar; hablar y contar anécdotas de mis viajes, la pena es que después de tantos años todavía no he podido contarlas todas, así que decidí escribirlas desde siempre, por si un día llegaba la ocasión y me atrevía a enseñarlas al mundo.
Creo que la ocasión ya ha llegado, y he querido comenzar pariendo este blog, que me ha costado tantos años arrancar, ya que lo comencé en el 2008, pero como ya sabéis, mis circunstancias cambiaron, y claro, sin Internet ni acceso bien difícil lo he tenido, pero al fin, todo llega cuando es el momento, nunca es demasiado tarde, siempre quedará alguna razón escondida en algún lugar que haga que así sea.

Como ya os dije hace algunos días algo ha cambiado, y ha sido la actitud, todo se basa en eso, actitud. Los reveses de la vida hacen que uno vaya encerrándose en si mismo cada vez más, y cuando te das cuentas has llegado al punto de ostracismo absoluto, en el que simplemente giras dando vueltas siempre al mismo problema, una y otra vez, como en una noria infinita, y ahí radica el problema.

Hay que escapar de la inercia que provoca el dolor de la enfermedad, la pérdida de los que uno ama, de la desesperación de no lograr llegar a fin de mes en las cuentas de la casa, de no poder ayudar material ni económicamente a nadie, de que tus hijos no puedan salir con los amigos, de no poder disfrutar del amor de pareja, de que, en una palabra, seas prisionero del sistema y de sus valores de felicidad. Sistema, que así mismo, regala infelicidad a los que aparentemente no tienen ninguno de esos problemas, sino más bien todos los contrarios, pues no hay que olvidar de que también se sufre y peca con el exceso.

Pero no importa, si miramos dentro de cada uno de nosotros, siempre encontraremos una esquinita donde todavía sigue brillando la llama de la esperanza. Esa llama no es otra que recordar los agradables y felices momentos vividos al lado de los seres que ya emprendieron viaje, de los buenos momentos vividos sola o en compañía de amigos y familiares, de los olores de campos lejanos, de mares indómitos, de puertos de pesca, de calurosas tardes de verano refrescadas en las playas, de chimeneas encendidas en hogares queridos, de las risas de tus hijos, sus primeras palabras. Son tantas cosas que seguro cualquiera de nosotros podemos elegir al menos una, que nos consuele y nos cure las heridas.

Para mí quizás sea más fácil, por el torrente de experiencias, buenas y malas,  vividas a lo largo y ancho de mi particular vida, así que no pretendo nada más que poder ser de ayuda para todos los que lo tengan más difícil, y compartir desde aquí viejas y nuevas anécdotas que de seguro en algo aliviará la pesada carga que a muchos les ha tocado vivir.
 Lo que me lleva de vuelta a otra época, cuando vivía en chozas de alejadas aldeas, donde sus habitantes tenían por única ocupación pescar para comer en el día, o recoger el toddy y los cocos que generosamente les regalaba la naturaleza para su sustento. Toda la vorágine de la sociedad moderna se esfumó por completo en aquellas islas, y la vida adquirió otro tinte menos dramático.
Fragilidad de islas frente al vasto océano. Doradas cúspides de pequeños atolones que se encontraban emergiendo lentamente entre las sólidas aguas azules del Pacífico. Densos grupos de palmeras, ascendentes y etéreas  columnas de humo como señales de vida. 
Ojos y mente despiertos ante la incertidumbre de lugares desconocidos. La amalgama del verde de los esbeltos cocoteros, el refulgente amarillo y blanco de las arenas de coral, en medio del cristalino y profundo cobalto de las aguas del inmenso océano golpeaban al espíritu hasta dejarlo insensible. La belleza del país virgen superaba al miedo de adentrarse hasta sus más profundos rincones, del mar o de las pequeñas porciones de tierra que lo conformaban. Allí, nada era lo bastante importante  o serio como para borrar las sonrisas de aquellas caras, risas y juegos inocentes de personas que no conocían la maldad. 
Recuerdo el día en que recibí mi primer paquete de la Cruz Roja, con medicinas básicas, primeros auxilios, y unos tubos enormes de pasta de dientes, que se suponía tenían que durar durante todo el tiempo que permanecería allí. Los kiribaties nunca habían visto un tubo de pasta en las islas más alejadas, y la curiosidad picó al gato. 
Como el bendito paquete había llegado mientras que me encontraba trabajando, y mi choza, como la de todos ellos no disponía de puerta, ellos, que no tenían el sentido de posesión desarrollado para nada, decidieron abrir el enorme cajón, allí todo era de todos, su "buboti" era sencillamente un favor que no se podía rechazar. 
Al terminar mi jornada laboral al caer la tarde, me encaminé al que era mi hogar, divisé desde lejos que había un nutrido grupo alrededor de mi pequeña casa, y conforme me iba acercando a ellos, podía ver sus gestos y oír sus risas, y lo que parecían ser unos extraños tatuajes en sus caras, en la frente, sobre la boca, el cuello, de un extraño color blanco y algo de rojo.
Al llegar hasta ellos, sus palabras me sorprendieron, "emaitoro" gritaban con alegría, "tikiroi" , que no significaba otra cosa que "fresquito, agradable", y mientras miraba más de cerca los tatuajes me dí cuenta de que sencillamente habían abierto uno de los tubos de pasta y se habían dedicado a juntárselo entre ellos sobre bigotes, frentes, cuellos y demás, y que debido a la inexistencia de nada con mentol en sus vidas, ni dentífrico claro, había hecho brotar las lágrimas hasta del mismo jefe de la aldea, pero el hecho de sentir aquel frescor en sus caras  les parecía de lo más excitante.
Ese día me reí, horas y horas riéndome, y por supuesto que terminé con mi bigote y mi frente impregnado de pasta, pues verdaderamente era cierto que se sentía fresquito, pero también aprendí que a los mosquitos no les gustaba el mentol.   ¡Benditos nativos de la Micronesia!

Y con este bello recuerdo y con todo mi amor, les dejo en el día de hoy, no se olviden de calzarse las botas de pisotear la tristeza, y olvídense, al menos por un momento, de las penas, propias y ajenas, y si pueden, echense unas risas entre amigos, eso siempre eleva hasta al más bajo de los espíritus. Om Mani Padme Hum!




2 comentarios:

  1. un beso mi lolita envidio todo lo que has vivido envidio tus experiencias y me parece genial que lo compartas mi vida escribir da mas placer si nos quedamos contentas nosotras mismas un beso enorme

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  2. ahora lolitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa menos mal tia un beso mi niña

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