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lunes, 8 de octubre de 2012

Comienza la odisea!

Mi viejo y querido Marqués, donde comenzaron...
"Los viajes de mi piel"

Comienza la odisea

Cuando empecé el año 2011 lo hice con las peores noticias, o al menos eso pensé entonces. El día de reyes y mi marido sin trabajo otra vez, así escribí en mi última entrada del año pasado. La mala racha nos duraba demasiado, pero estaba segura que pronto cambiaría todo para mejor. Mis pensamientos positivos no me abandonan nunca, aunque de vez en cuando también los pinto de negro, más que nada para ver hasta donde se puede llegar pensando maldades para una misma.
Pero esta vez no llegué muy lejos, llevaba demasiado tiempo tocada por la crisis como para dejar que me hundiese así de pronto, y enseguida comencé a inventar formas de ganarnos la vida. Una hija adolescente fomenta mucho la imaginación, cualquier cosa antes que dejar que las preocupaciones de la casa influyeran en sus notas del instituto.
Para el mes de marzo ya había hecho loterías, rifando lotes de maquillaje, vendido tartas, pedido en Cáritas, en la iglesia, recogido comida en comedores sociales, y aceptado la ayuda de esos amigos que siempre están ahí y que ya saben de tu problema sin contarles muchos detalles. Incluso pudimos permitirnos el lujo de celebrar este año el treceavo cumpleaños de nuestra hija, con mucha ayuda, imaginación, y por supuesto con la compañía de sus amigas que disfrutaron como locas, y nosotros también.
Y por fin llegó la semana santa, época ideal para que un cocinero tenga trabajo, así que lógicamente, mi marido volvió al trabajo, lo malo era que este año la tuvimos en abril, y ya para entonces mis controlados nervios se estaban resintiendo, ¡la hipoteca cojeaba demasiado ya!

Físicamente todo estaba normal hasta que me hice mi palpación mensual después de mi periodo, pues debo decir que aunque cincuentona ya, lo tenía regularmente y sin excepción, si no contamos dos embarazos, desde los quince años. Ya el mes anterior había notado una cosa muy pequeñita, casi imperceptible, tanto, que me costó trabajo volver a localizarlo, pero esta vez, cuando lo encontré, pasé más tiempo palpándolo, tenía el tamaño de una lenteja hindú, de esas que se usan para la sopa dhal, y estaba durito, sin moverse de su sitio.

No soy nada alarmista con los síntomas generalizados, pero nunca me había hecho una mamografía, quizás ese era el momento de hacerme una.
A mi marido simplemente le comenté que podía ser un bultito de grasa o algo así, derivado del stress, y pedí cita en mi médico de cabecera, quien, mujer al fin y al cabo y conociéndome, me derivó al hospital para una “mamo preferente”, como rezaba en el volante azul que me hizo entregar en la recepción.
Realmente preferente, en tres días me llamaron, y allí me encontré con la realidad de los mamógrafos, ¡mi primera vez!

...Continuará

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