Mi viejo y querido Marqués, donde comenzaron... "Los viajes de mi piel" |
Comienza la odisea
Cuando empecé el año 2011 lo hice con las peores noticias, o al
menos eso pensé entonces. El día de reyes y mi marido sin trabajo otra vez, así escribí en mi última entrada del año pasado. La
mala racha nos duraba demasiado, pero estaba segura que pronto cambiaría todo
para mejor. Mis pensamientos positivos no me abandonan nunca, aunque de vez en
cuando también los pinto de negro, más que nada para ver hasta donde se puede
llegar pensando maldades para una misma.
Pero esta vez no llegué muy lejos, llevaba demasiado tiempo
tocada por la crisis como para dejar que me hundiese así de pronto, y enseguida
comencé a inventar formas de ganarnos la vida. Una hija adolescente fomenta
mucho la imaginación, cualquier cosa antes que dejar que las preocupaciones de
la casa influyeran en sus notas del instituto.
Para el mes de marzo ya había hecho loterías, rifando lotes
de maquillaje, vendido tartas, pedido en Cáritas, en la iglesia, recogido
comida en comedores sociales, y aceptado la ayuda de esos amigos que siempre
están ahí y que ya saben de tu problema sin contarles muchos detalles. Incluso
pudimos permitirnos el lujo de celebrar este año el treceavo cumpleaños de
nuestra hija, con mucha ayuda, imaginación, y por supuesto con la compañía de
sus amigas que disfrutaron como locas, y nosotros también.
Y por fin llegó la semana santa, época ideal para que un
cocinero tenga trabajo, así que lógicamente, mi marido volvió al trabajo, lo
malo era que este año la tuvimos en abril, y ya para entonces mis controlados
nervios se estaban resintiendo, ¡la hipoteca cojeaba demasiado ya!
Físicamente todo estaba normal hasta que me hice mi
palpación mensual después de mi periodo, pues debo decir que aunque cincuentona
ya, lo tenía regularmente y sin excepción, si no contamos dos embarazos, desde
los quince años. Ya el mes anterior había notado una cosa muy pequeñita, casi
imperceptible, tanto, que me costó trabajo volver a localizarlo, pero esta vez,
cuando lo encontré, pasé más tiempo palpándolo, tenía el tamaño de una lenteja
hindú, de esas que se usan para la sopa dhal, y estaba durito, sin moverse de
su sitio.
No soy nada alarmista con los síntomas generalizados, pero
nunca me había hecho una mamografía, quizás ese era el momento de hacerme una.
A mi marido simplemente le comenté que podía ser un bultito
de grasa o algo así, derivado del stress, y pedí cita en mi médico de cabecera,
quien, mujer al fin y al cabo y conociéndome, me derivó al hospital para una
“mamo preferente”, como rezaba en el volante azul que me hizo entregar en la
recepción.
Realmente preferente, en tres días me llamaron, y allí me
encontré con la realidad de los mamógrafos, ¡mi primera vez!
...Continuará
No hay comentarios:
Publicar un comentario