Churritos caseros recién hechos, desayuno de domingo |
No ha sido un día especialmente frío,
pero sí se adivinaba de vez en cuando, entre las rachas de viento que de
repente agitaban las altas copas de la araucaria que está frente a mi casa, y
por el sonido de las hojas de la alta y frondosa palmera que está situada justo
en la otra esquina de la terraza, donde estaba sentada mientras me tomaba mi
primer café mañanero, que el aire sería más fresco a lo largo del día.
Siempre me tomo mi primer café sola en
domingo, dejo que los dos ángeles de la guarda que me acompañan siempre,
duerman a pierna suelta, ellos se levantan a diario al amanecer, y es el único
día en el que se permiten unas verdaderas bacanales de sueño.
Hoy no quería empacharme una vez más de
cifras mareantes de desastres financieros y bancarios, ni sentir tan de cerca
el dolor y la desesperación de los inmigrantes que lograron salvarse del
terrible suceso del fin de semana. Tampoco quería ver más caras de desolación
de padres, madres, ancianos y niños ante la inminencia del desahucio.
Hoy no quería saber nada de eso, hoy
quería alejarme un poco de tantas y tan malas noticias como nos han regalado a
lo largo de toda la semana, así que ni he visto noticias en la tele, ni tampoco
he sucumbido a la tentación de leer los periódicos en Internet, aunque no pude
evitar el querer conocer que ha pasado con Sandy, ese terrible huracán que
viene barriendo países y mares al otro lado del Atlántico, y que ha dejado
sumido en la más terrible desolación a gran parte de Cuba y Haití.
Ahora lo esperan en Nueva York, con la
diferencia de que allí, aparte de estar esperándolo, no habrá ninguna cortapisa
para coordinar las ayudas del gobierno hacia el pueblo, mientras que allá en
Cuba, la gente no sabe a quién esperar, ni qué esperar, Sandy se ha llevado lo
poco que tenían, ahora sólo les queda
rezar para que al menos consigan algo de comida, medicina y cobijo, que les
permita seguir manteniéndose con vida Dios sabe hasta cuando.
Las imágenes de destrucción en Santiago
de Cuba y Holguín, no sé por qué me recordaron con macabra realidad a ese otro
país Siria, donde la guerra ha destruido ya a muchas de las más bonitas y
antiguas capitales y se ha llevado por delante también la vida de muchos
inocentes.
Ha sido muy difícil conseguir abstraerme
de la necesidad de estar informada, pero al final ha ganado el sentido común y
el de la supervivencia, no se puede estar en constante estado de miedo y dolor
por conocer las calamidades que azotan el mundo, hay que saber digerirlas
también de una manera que no nos afecten directamente, y hay que saber cortar
con el flujo de esa información de vez en cuando, para que al cuerpo y al alma
le den tiempo a recuperarse.
Sino fuese así, los problemas que nos
acucian a todos en estos días, a unos más que otros, acabarían por derrotarnos,
como hizo con esas personas que no pudieron aguantar más presión y decidieron
acabar con su vida.
Así que, con el sentido más otoñal que
existe, decidí alejarme de la pantalla del ordenador para un buen rato, y
decidí ponerme a hacer churros, para darle una sorpresa a mi hija, que le
encantan, y para entretener mi deseo de comer churritos del pueblo, que siempre
me transportan a otras épocas de mi vida no tan complicadas como la de ahora.
La receta de los churros es bien simple,
yo los hago a lo antiguo, con un vaso como medidor, y pongo uno de agua, uno de
leche y uno de harina de fuerza, dos patatas crudas ralladas y dos cucharaditas
de levadura royal, y sal. Se mezclan la harina, la sal, la patata y la
levadura, se calientan el agua junto con la leche y cuando estén caliente se
forma un volcán con la mezcla anterior y se echa en el centro y se amasa, hasta
formar una pasta homogénea, no demasiado líquida, pero tampoco como para hacer un
pan. Luego, se echa dentro de una manga pastelera con una boquilla estrellada,
y sino hay, en una bolsa de plástico con un boquete en uno de los picos, y así
se consigue una churrera bastante artesanal pero que funciona. Se calienta el
aceite, y cuando esté empezando a echar humo se echa la masa formando una
espiral, y… ¡tachán! unos buenísimos churritos caseros que nos hemos desayunado
hoy los tres.
Ustedes dirán ¡qué complicado, con lo
baratos que valen los churros! Creo que esta es la segunda o tercera vez que
hago churros caseros en mi vida, claro que antes los hice porque donde yo
vivía, allá en aquellos lugares tan remotos, no tenían ni idea de lo que eran
los churros, y cuando me apretaba la nostalgia de mi pueblo marinero en la
provincia de Cádiz, me ponía a cocinar
ruedas de churros en los que ponía leche de coco, lo que les daba un sabor
bastante exótico, pero no demasiado alejado de mis papilas gustativas, y que
compartía con aquellos nativos con los que convivía por aquel entonces y que disfrutaban
tanto o más que yo de mis “shuritos” como ellos le decían, y cuya receta
copiaron para sí .
Ahora no estoy en el Pacífico, pero
realmente estoy tan alejada del mundo exterior como si lo estuviese. Vivo lejos
del pueblo, sin ningún comercio a la redonda en varios kilómetros, yo no
conduzco, y si marido está trabajando coche tampoco hay, y se usa lo
imprescindible, la gasolina ya sabemos como está, así que no queda otra que
inventar, para seguir disfrutando de un buen desayuno con churros en un domingo
otoñal.
Buen comienzo de semana, y ya saben,
¡recuerden ponerse los tacones para pisotear la tristeza!
Lola, no sabes cómo me gusta leerte,te digo una cosa ? me trasmites paz, eres sencilla, amena y me encanta ver los conocimientos que tienes y tanta y tanta vivencias, de verdad, que vida tan rica y tan intensa, sanamente, te envidio, mi vida es muy, muy monótona, en verdad de los cobardes nunca se ha escrito nada, el mundo es de los valientes y de las personas arriesgadas como tu. Besos
ResponderEliminarAh, los " shuritos " tienen una buena pinta...los intentaré hacer, ya te cuento.
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