La soledad se disipa cuando estás junto al mar. Una playa de la India |
Y
sin embargo amigo…
Hoy,
domingo me puse a limpiar el trastero de viejas revistas, bueno, en realidad
una colección del País Semanal, que acumulé cuando todavía podía comprar el
periódico, ahora, aunque pueda leerlo en Internet, ya no es lo mismo, no se huele
la tinta fresca a través de la pantalla.
Me
tropiezo con un fabuloso artículo escrito por Juan Cruz, “Y sin embargo amigo…”
es del pasado 15 de marzo de 2009. No es muy actual el artículo en sí, pero sí
el tema, los amigos, eso siempre está de moda en todos los tiempos, y más estos
días.
¡Ah!
Los amigos. En los casi 17 años que llevo residiendo en esta parte del mundo,
por elección propia, ya que después de tantísimos años de estancia en el
extranjero, necesitaba un lugar más cosmopolita para vivir que mi pueblo
gaditano, puedo y debo decir que tengo muchísimos, a mí eso de que conocidos
muchos y amigos pocos, nunca me ha cuadrado mucho, pues el nivel de amistad va
variando con la vida, y por las circunstancias, queramos o no.
En
todos estos años de nueva convivencia con mis paisanos españoles he pasado por
muchos niveles de amistad, creo que por casi todos, condicionado siempre por el
ambiente, las zonas donde he vivido, los amores que me acompañaron o el nivel
de trabajo que he tenido.
Tengo
amigos que conservo desde que llegué, otros casi desde que nací, y muchos otros
con los que perdí el contacto pero sé que están bien y que siguen ahí, y por
supuesto, cientos de amigos que conocí en mí deambular por el mundo, que
comprenden muchísimas nacionalidades, a los que gracias al fantástico invento
de las redes sociales sigo la pista en muchos rincones del planeta.
No
es fácil vivir en la Costa
del Sol, donde todo lo que pasa está en el ojo público la mayor parte del
tiempo, quizás sea por eso por lo que muchos de sus habitantes tratan la
amistad más como una moneda al uso. Todo depende de a quien conoces y en el
círculo donde te mueves. Así será considerado el nivel de amistad que puedas
llegar a tener con nadie. Huelga decir que siempre hay excepciones, pero aún
así, esta bendita crisis que nos ha tocado vivir acaba con muchas de las buenas
intenciones de muchos amigos.
Mi
personalidad es bastante ruidosa, o estoy totalmente desaparecida una larga
temporada, perdida en uno mis numerosos relatos, o simplemente pintando o
leyendo en una faceta contemplativa. Y de repente, aparezco por todos los
saraos, totalmente exuberante de felicidad y con tres mil proyectos nuevos que
estoy deseando contar.
Nunca
tuve un término medio, y reconozco que siempre he sido un poco apabullante, rayando
en lo petulante a veces, pero es que me he pasado una gran parte de mi vida
viviendo en recónditos lugares perdidos allá por los mares del Sur, también en
el Asia más profunda, pasando por las cálidas tierras cubanas allá en el
Caribe, y claro, eso marca, amén de que desde mi llegada pocos viajes y cosas
fantásticas me han pasado, exceptuando el nacimiento de mi hija hace ya catorce
años, así que quizás, lo reconozco, soy bastante reiterativa con el tema de mis
viajes.
Pero
claro, vuelvo al tema de las circunstancias, la amistad y la crisis, esa
maldita crisis que tanto desgasta, ya no sólo porque nos invaden a diario desde
todos los rincones con palabras como rescate, prima de riesgo, deuda,
desahucios, manifestación, huelgas, sino por que es tanta la cercanía de las
imágenes de los problemas de nuestro achuchado país, que ya somos muchos los
que vemos, demasiado a menudo, a muchos amigos siendo arrojados a la calle desde
sus propias casas.
Nos
sorprendemos, porque claro, a ver como le dices a un amigo de toda la vida, o
de unos años, que quizás está en tu misma situación, que estás a punto del
desahucio, que no tienes para comer, o para comprarle unos zapatos a tus hijos
o libros, para pagar la luz, el agua, que comes gracias a los comedores
sociales y a organizaciones de ayuda, y que sobrevives básicamente gracias a la
ayuda de los tres o cuatro incondicionales amigos que siguen estando a tu lado
a pesar de todo, unos porque pueden y otros porque con gran esfuerzo logran
meterte en sus también maltrechas economías.
Antes,
los amigos nos llamábamos para casi cualquier cosa, para organizar una fiesta,
una barbacoa, una reunión para hablar sobre nimiedades, comentar algún libro, y
de pronto, todo eso se desvanece. Según van desapareciendo las actividades
sociales de tu agenda, van desapareciendo los amigos con ellas, luego, te
quedas sin teléfono fijo, y el móvil una excusa perfecta, demasiado caro para
que te llamen, todo el mundo está afectado, y cuando vienes a darte cuenta, estás
en el borde del precipicio y no hay nadie a tu alrededor a quien contarle nada,
ni siquiera te queda el consuelo de Internet, no hay línea, ni wifi.
Y
aquí es donde entra en juego la amistad, no podemos ni debemos olvidarnos de
todos aquellos que por circunstancias se han alejado de nuestras vidas, no
sabemos realmente lo que ocurre detrás de cada puerta de los hogares de muchos
amigos, pero de una cosa sí podemos estar seguros, cuando te encuentres a uno
de ellos en la cola del paro, o en la puerta de los comedores sociales, no lo
ignores, aunque sepas que él pretende no haberte visto, seguro que está
esperando esa mano amiga que se apoye en su hombro y al menos le diga:
-
¿Qué pasó amigo?, ¡aquí estoy contigo!
Así
que ya saben, por todo esto, yo seguiré siendo reiterativa con el tema de mis
viajes, de mis libros, mis cuadros, mi cocina, mi yoga, mi meditación, mis
chistes, y desde aquí, vaya por delante mi más sincero agradecimiento a ¡Todos!
mis numerosos amigos, y a todos mis conocidos, que sin embargo, no dejan de ser
también amigos.
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